Informe especial: Cosechadoras de granos – Parte II

Frente a una menor producción de soja/maíz se ve un poco incierto el futuro de este rubro y será casi imposible llegar al récord de 850 M/U$S que alcanzó en el 2017 (cosechadoras, cabezales, tolvas, tractores específicos y otros equipos menores).

Por efecto negativo del impacto de la sequía en la zona núcleo las estimaciones indican al menos una caída de inversión a 640 M/U$S en este sector, una merma del 25% de la inversión dolarizada en lo que resta del 2018 y enero-febrero del 2019. Hasta que se evidencien definiciones de la futura cosecha gruesa 2018/19, el mercado estará frío.

Estas estimaciones están fundamentadas en los supuestos de que existe una gran disparidad de realidades productivas, zonas con 4.000 kg/ha de soja y maíces de 10.000 kg/ha, y otras en donde directamente no ingresará la cosechadora. Las microrregiones de cosecha normal con buen precio tendrán capacidad de inversión, y los contratistas y productores en contraste con la gran mayoría del área núcleo no tendrán capacidad de inversión en el 2018 pero sí capacidad de endeudamiento y ahí la herramienta del crédito con tasas subsidiadas (públicas y privadas) puede ayudar a pasar el año sin despidos en las fábricas que producen en el país, puestos de trabajos muy vulnerables. Los importadores y ensambladores tienen posibilidades de vender su producción en 70-80 países, en cambio el fabricante local seguirá la tendencia bajista del mercado local.

Aquí surge la necesidad de orientar políticas activas del Estado para jerarquizar y aumentar la competitividad de la industria nacional en esta contingencia de mercado climático y en el mediano plazo. Los que fabrican con más de 60% de componentes nacionales son los que dan los puestos de trabajo de lo cual viven una gran cantidad de pueblos y ciudades del interior productivo.

Además, independizándonos de todo lo antes dicho, una inversión de equipos de cosecha de 850 M/U$S es calculada como óptima para producción de 125 M/t de grano, por lógica se requiere menos inversión para cosechar 105 M/t como puede ser en la presente campaña 2017/18. 

Evolución de la cosechadora en Argentina

El mercado de cosecha merece algunos comentarios de lo ocurrido en los últimos años, donde la potencia media, ancho de cabezal, y capacidad de tolva, fueron creciendo a razón de un 6% anual en la última década.

En el año 2000 la potencia media vendida estaba en 200 HP, en el año 2010 el promedio aumentó a 300 HP y en el 2017 la media está en 370 HP. Algo similar sucedió con la capacidad de tolva, la cual pasó de 5500 litros en el 2000 a 8.000 litros promedio en el 2010 y superó los 10.000 litros en la actualidad, con modelos que ofrecen una capacidad de más de 35.000 litros y 28 toneladas.

Respecto al ancho de cabezal se produjo un fenómeno similar, profundizado por la adopción de los draper. Estos diseños de cabezales sojeros/trigueros fueron adoptados debido a la mayor performance que ofrecen cuando el ancho de trabajo supera los 40 pies.

En los cabezales estándar, en la mayoría de los diseños cuando se superan los 40 pies los sinfines concentradores comienzan a presentar problemas estructurales (fatiga de materiales); además que el traslado de la mies cortada desde los extremos del cabezal hacia la embocadura no es uniforme, generándose amontonamientos de material retorcido. Esta situación genera ineficiencias en la alimentación de la máquina, produciendo picos en la demanda de potencia solicitada al motor, por parte del sistema de trilla y también pérdida de calidad de trilla.

En función de esta situación, se volvió hacia diseños con lonas acarreadoras, pero esta vez construidos en base a compuestos que le otorgan mayor durabilidad. En nuestro país, la historia de los cabezales draper se inició hace más de 10 años, existiendo en la actualidad un mercado de 10 empresas que permitieron equipar 1700 cosechadoras con este tipo de cabezales, a las que hay que sumar 140 reformas de cabezales a sinfín transformados a lona. Se debe destacar los importantes aportes y desarrollos que ha hecho la industria nacional para la difusión y adopción de los draper (varias patentes internacionales).

Este crecimiento en tamaño que se evidenció en los últimos 10 años, fue acompañado con la incorporación de una serie de equipamientos hidráulicos y electrónicos, electrónica de hardware que conectados con software específicos y actuadores permitieron la automatización del funcionamiento, mantenimiento y regulación de la cosechadora en el campo.

El valor promedio de las cosechadoras también creció; de U$S 200.000 por unidad en promedio en el 2000 pasamos a un valor promedio de U$S 380.000 en el 2010 y a U$S 550.000 en la actualidad. Está claro que si se evalúa precio dolarizado, prestación t/h ó ha/h las cosechadoras del mercado argentino disminuyeron el costo relativo o el valor relativo por tonelada o por hectáreas procesadas en los últimos 10 años.

Analizando el historial de ventas anuales, se puede afirmar que el mercado argentino de cosechadoras se ha tornado en un mercado irregular, que comercializa 1041 unidades por año (promedio de los últimos 10 años), pero con variaciones que van desde 622 a 2017 unidades anuales. Es por ello que este mercado no presenta una tendencia marcada en cuanto al número de equipos que se incorporan al parque anualmente.

En el cuadro anterior se consideran solamente las cosechadoras que se encuentran en plena actividad dentro de una antigüedad de 19 años. Se puede afirmar que el envejecimiento actual del parque de cosechadoras argentino es de 10,5 años, pero hay que destacar que esa cosechadora de edad promedio posee más de 10.000 horas de uso, y necesita reposición. Indudablemente, las bajas ventas producidas en los años 2014 y 2015 repercutieron en un envejecimiento del parque, ya que a fines del 2013 el mismo no superaba los 8,5 años de antigüedad.

En Argentina la cosechadora se utiliza entre 900 y 1300 horas promedio/año, mientras que en Estados Unidos el promedio de uso anual ronda de 300 a 400 horas, con lo cual se puede concluir que el parque de cosechadoras en Argentina tiene un envejecimiento levemente superior al de Estados Unidos pero con más del doble de horas de uso promedio. Esto es bueno en el sentido que la cosechadora en Argentina sufre poca depreciación tecnológica, dado que a los 5 años posee un uso de 5500 horas, el cual es el momento ideal para renovarla, y eso es lo que deberían realizar los usuarios contratistas o prestadores de servicios argentinos si se les abonara adecuadamente el servicio de cosecha.

La realidad es que para una producción de 125 M/t de granos se necesita un parque de máquinas acorde para cosecharla en tiempo y forma.

Argentina presenta niveles de pérdidas de granos en soja de 141 kg/ha y en maíz de 206 kg/ha, lo cual son parámetros alarmantes que indican que debemos mejorar nuestra eficiencia de cosecha, en parte, remunerando correctamente al prestador de servicio de cosecha, para que este pueda no solo renovar sus máquinas, sino poder repararlas correctamente.

Pagar correctamente el servicio de cosecha no es un gasto, es una inversión que nos permite contar con máquinas en correcto estado y que nos permitirá evitar seguir dejando tirado en el rastrojo 3.81 M/t de granos valuados en 1.019 M/U$S.

El INTA, con el trabajo en red de Proyectos Nacionales de Eficiencia en Cosecha con sede en la Estación Experimental Manfredi, estima una reducción de los niveles de pérdida de un 20%, lo cual significa incrementar el saldo exportable anual en 204 M/U$S/año, casi el presupuesto de todo el instituto.

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