Luego de consagrarse a nivel mundial con “Nada se opone a la noche” y “Días sin hambre”, la reconocida escritora francesa Delphine de Vigan regresa con “Los reyes de la casa”, una novela en donde abandona la autoficción y se aventura con un policial que despliega, con el secuestro de una niña y el devenir de la causa como trama superficial, una profunda reflexión sobre la exposición de niños en redes sociales, el comercio en torno a los influencers menores de edad y el clima de una época signada por una sobreexposición que anula la posibilidad de la intimidad.
¿Qué tienen que ver el secuestro de una niña de seis años y el desarrollo de la investigación policial para encontrarla, con la sobreexposición en las redes sociales y la impronta de una época en donde la virtualidad es más relevante que la propia realidad?
Es difícil imaginar un hilo conductor que entrelace estos dos mundos, a priori tan diferentes y desconectados. Y sin embargo, Delphine de Vigan lo hace con enorme éxito. En un giro inesperado para muchos y sorprendente para sus seguidores, la escritora francesa vuelve a la arena literaria con una novela que fusiona elementos del thriller, giros policiales y una pintura fresca de nuestra época.
De Vigan es escritora y guionista, y entre otros tantos títulos escribió “Nada se opone a la noche”, obra que la consagró a nivel internacional, que fue traducida por más de 20 editoriales fuera de Francia y vendió más de 800 mil ejemplares en su país natal. Además, fue ganadora del Premio de Novela Fnac, el Premio de Novela de las Televisiones Francesas y el Premio Renaudot de los Institutos de Francia, entre otros.
En esta nueva novela, editada por Anagrama, la autora arranca en el presente y se extiende hasta un futuro cercano. En varios tramos es posible distraerse, de repente, haciendo una asociación con algún capítulo de la serie “Black Mirror”. Es una historia vertiginosa que comienza con el protagonismo de dos mujeres, la madre de la niña desaparecida y la policía, y se despliega hacia los efectos en la vida adulta de esa misma niña y su hermano, tras haber sido sometidos a la exposición en redes sociales, con fines comerciales, en manos de su propia madre.
En esta nueva novela, editada por Anagrama, la autora arranca en el presente y se extiende hasta un futuro cercano. En varios tramos es posible distraerse, de repente, haciendo una asociación con algún capítulo de la serie “Black Mirror”. Es una historia vertiginosa que comienza con el protagonismo de dos mujeres, la madre de la niña desaparecida y la policía, y se despliega hacia los efectos en la vida adulta de esa misma niña y su hermano, tras haber sido sometidos a la exposición en redes sociales, con fines comerciales, en manos de su propia madre.
Un relato potente, agridulce y muy necesario de una época y de una sociedad, con una arquitectura narrativa que va y viene entre el presente de un personaje y el pasado del otro, que propone una lectura lúdica en donde es posible oscilar entre géneros y emociones, que además propone una resolución del caso nunca antes visto en una novela del género tradicional.
Porque, en definitiva, lo que importa no es el caso policial en sí, sino la subtrama que aflora primero suavemente, casi invisible, y hacia el final con muchísima potencia: tomar prestados los códigos de la novela policíaca, en particular mediante un cierto número de pistas falsas, para desactivarlas, dirá en entrevista con Télam la propia autora. En la conversación, de Vigan profundiza en las claves del éxito de “Los reyes de la casa” y enfatiza en la necesidad de escribir literatura que nos permita repensar el mundo en el que vivimos.
– A diferencia de otras novelas policíacas clásicas, acá no hay ningún asesinato, ninguna desaparición completa de nadie, ningún herido. El secuestrador decide dejar un “mensaje” a la sociedad con sus acciones. ¿Por qué tomó esta decisión literaria?
– Fue una elección real. Tomar prestados los códigos de la novela policíaca, en particular mediante un cierto número de pistas falsas, ¡para desactivarlas! Clara, una joven policía de la Brigada Criminal, descubre el mundo de los niños influenciadores. Me permite así introducir al lector en ese mundo que cree conocer pero no mide su alcance y no imagina el otro lado de la historia. Un poco más adelante en la novela, la investigación se resuelve, pero de una manera inusual. También era una forma de decirle al lector: éste no es el meollo de la historia. Quería que la novela llevara al lector a desplazar ligeramente su mirada. Adoptar el punto de vista de los niños. Niños que son reyes, por supuesto, pero ¿en qué reino?
– En la novela hay muchas reflexiones sobre la imposibilidad de olvidar lo que hay en el mundo de la virtualidad y las redes sociales. Es como una especie de “castigo” en el que la gente no puede dejar nada atrás. ¿Qué opina de esto y por qué le pareció importante recuperarlo en la trama?
– Hoy en día sabemos que nada desaparece realmente en Internet. La ley prevé un “derecho al olvido”, pero esto no tiene sentido cuando se sabe que este contenido ya ha sido duplicado ad infinitum. Pienso en el chico de 15 años que ve resurgir el vídeo de su primera caca en el orinal, potencialmente difundido a todo su colegio (cierto)… Pienso en todas las imágenes que estos padres publican de sus hijos y que nunca podrán recuperarse. Una vez más, no he querido escribir una novela que juzgue, sino que intenta imaginar, a través de los personajes, las consecuencias de todo esto.
– En las primeras páginas del libro usted cita a Stephen King: “Tuvimos la oportunidad de cambiar el mundo y preferimos la teletienda”. ¿Es así el ser humano? ¿Qué horizonte ve en las posibilidades de un gran cambio?
– Esta cita data de principios de la década de 2000. Sigue siendo muy actual. Pero nuestros tiempos van mucho más allá. En Instagram, por ejemplo, si nos fijamos en la forma en que los influencers se ponen en escena: todo este vocabulario de marketing, la oferta privilegiada, el gran consumo, estos consejos dados como confidencias. Estos son los códigos de la publicidad y la televenta. Salvo que ahora cada uno es su propia marca y dirige su propio canal. La cita de Stephen King suena desilusionada, pero los años posteriores le han dado la razón. Intento creer que el péndulo está volviendo. Una conciencia colectiva de lo que estamos perdiendo (misterio, privacidad, nuestra capacidad de concentración, una forma de libertad), que nos permita quedarnos sólo con lo mejor de las redes sociales.
Fuente TELAM