El agua invisible, un recurso estratégico

La dinámica del agua subterránea puede causar impactos positivos o negativos de acuerdo al manejo de los sistemas productivos. En un contexto de escasas precipitaciones, asegurar su buen uso permite cubrir la demanda de los cultivos. Cómo hacer una planificación inteligente a través de la gestión integral del recurso hídrico y la agricultura adaptativa.

Una de las más conocidas frases del libro “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry dice que “lo esencial es invisible a los ojos”, algo que bien podría aplicarse a la dinámica del agua subterránea que, por lo general, es imperceptible al común de la gente y al productor agropecuario. En ese sentido es que la expresión “agua invisible” puede asociarse a todas aquellas fases del ciclo hidrológico que no son perceptibles a simple vista, o que requieren de instrumentos especiales para superar nuestras limitaciones para poder cuantificar o dimensionarla.

¿Cómo gestionar el “agua invisible” adecuadamente transformándola en un servicio en los años secos? ¿Llegó el momento de una segunda oportunidad para el agua que percoló en años húmedos? ¿y en aquellas áreas donde se extrae más agua subterránea que la que se recarga en el sistema?

El INTA cuenta con un proyecto que hace foco en la relación entre lo que se hace en el agro y las napas freáticas y otro sobre manejo integrado de cuencas que pretenden mejorar la toma de decisiones a distintas escalas, integrando con una visión sistémica de los agroecosistemas, conocimientos que se generan desde la ecofisiología, la hidrología y la hidrogeología.

Los proyectos que integran el Programa de Recursos Naturales abordan estas situaciones que influyen a escala local, pero tienen una dinámica en el tiempo y en el territorio que exceden la visualización simple, donde la suma de acciones puntuales logra modificaciones a escalas territoriales y producen grandes consecuencias a largo plazo.

Excesos, napa freática y cambios de uso del suelo

En las grandes llanuras la dinámica temporal de las napas fréaticas o acuíferos someros, está modulada principalmente por procesos locales, la evapotranspiración y las lluvias. Jorge Mercau, coordinador del Proyecto Disciplinar Interacción de Agroecosistemas y Napas freáticas, afirmó: “A partir de cierta profundidad los poros grandes del suelo almacenan agua, que llamamos napa freática, cuyo origen son lluvias que excedieron la evaporación y transpiración”. Explicó que “cuando los sucesivos excesos acercan la freática a la zona radical la vegetación, frente a un déficit hídrico, puede transpirar esa agua, por ascenso capilar, determinando un descenso de la freática”.

Siguiendo a Mercau, “la profundidad desde la cual se produce la interacción con la vegetación depende de la textura del suelo y de la profundidad de las raíces”. En ese sentido, indicó que si el nivel de la napa freática sube se puede generar falta de porosidad del suelo, anoxia en las raíces de los cultivos, con la consecuente caída de rendimientos, evaporación directa desde la superficie y salinización. Allí es cuando eventualmente el suelo rebalsa y se producen anegamientos e inundaciones.

“En las llanuras pampeana y chaqueña, tanto a nivel local como regional, si los excesos son muy importantes, pueden escurrir hacia zonas más bajas, ríos y, muy lentamente al mar. Sin embargo, por lo general el exceso de agua se procesa localmente, por una mayor evapotranspiración de la vegetación, por evaporación directa en bajos y lagunas y por una mayor percolación”, aseguró Mercau.

Los cambios en uso del suelo que se han realizado en nuestras llanuras son los principales responsables del acercamiento de las napas freáticas a la superficie. En la llanura pampeana se han reemplazado pastizales perennes y capaces de convivir con excesos hídricos, por pasturas y, mayormente, cultivos anuales. En la llanura chaqueña, se han reemplazado las coberturas de plantas leñosas con raíces profundas y capaces de aprovechar agua salada.

“Por un lado, se redujo la capacidad de transpirar al reducir los días con cobertura verde, y por ende aumentó el exceso”, aseguró Mercau. También, “al reducir la profundidad de las raíces, desde 8 o 10 metros, como la de los árboles del Chaco y el Espinal, a solo unos 2 metros, se reduce el uso en años secos del agua almacenada en el suelo en años anteriores con excesos, a la vez que se reduce la posibilidad de usar agua de napa desde mayor profundidad”, indicó el coordinador. Esos árboles son capaces de usar agua salada, mientras que los cultivos no pueden hacerlo, y los pastizales continúan transpirando, o se recuperan más rápido que los cultivos de un exceso hídrico. “Todos esos factores contribuyen a que la agricultura produzca un ascenso generalizado de napas”, explicó.

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