Con la aparición de servicios que aseguran recuperar el archivo digital de una persona muerta para continuar generando interacciones con ella, la promesa de un futuro virtual se convierte en una proyección de nuestro pasado. Los avances en el campo de la ciencia y la tecnología consiguieron que las sociedades actuales se caractericen por el envejecimiento de sus poblaciones, que incrementan cada vez más su expectativa de vida. Pero el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) fue un paso más allá porque amplió la existencia hasta límites extremos.
Se las conoce como tecnologías post-mortem porque habilitan la posibilidad de vencer la muerte y, de alguna manera, reencarnar en formato virtual.
Los griefbots -literalmente “robots de duelo”, en Inglés- se presentan como una versión moderna de los rituales que realizamos frente a la muerte de un ser querido.
Estas iniciativas recopilan toda la información que una persona dejó en la red para crear un “gemelo virtual” capaz de imitar el comportamiento de la persona fallecida y simular una conversación realista.
Facebook lleva años tratando de automatizar maneras de reconocer perfiles de personas fallecidas y si bien no brinda detalles de cómo funciona la tecnología que utiliza para identificarlos, Sheryl Sandberg, jefa de Operaciones de la empresa, aseguró que analizan una variedad de señales que pueden indicarlo, porque esperan que “Facebook siga siendo un lugar donde se puedan celebrar y revivir los recuerdos y el espíritu de nuestros seres queridos”.
Adelantándose a esta vía de desarrollo, en 2017 la empresa tecnológica Microsoft registró una patente para crear el chatbot de “un amigo, familiar, celebridad o un personaje de ficción” fallecido, basado en la información disponible en redes sociales. Desde 2016, Microsoft ha incursionado sin éxito en este tipo de tecnologías.
El lanzamiento de Tay, un bot creado para emitir respuestas personalizadas a los usuarios de una red social, se convirtió en un rotundo fracaso para la empresa cuando, en su primer día de lanzamiento, comenzó a emitir comentarios e insultos racistas y xenófobos.
Microsoft aclaró que el bot recuperaba la información de los usuarios durante la interacción, y los mensajes emitidos por Tay se ajustaban a los recibidos de parte de su interlocutor. Los desarrollos tecnológicos que utilizan inteligencia artificial están rodeados de una discusión bioética que abarca desde aspectos psicológicos hasta jurídicos.
Hay quienes alertan sobre el impacto de las tecnologías post-mortem en la experiencia humana del duelo. Por ejemplo, en Corea del Sur un equipo de ingenieros utilizó esta tecnología para crear una “copia virtual” de una niña fallecida para que su madre pudiera despedirse.
“Tener un diálogo imaginado con ese ser que ya no está es práctica habitual; lo novedoso de estos bots es que nos permite que nos conteste en una experiencia real, que a la vez es irreal, porque el otro no está”, explica a Télam la psicoanalista Silvana Spinozzi. “La manera en que afecte nuestra experiencia del duelo va a depender de cómo consumamos ese producto: si vamos a usarlo para dejar ir a la persona querida o si vamos a quedar aferrados a reiterar el encuentro virtual”, concluye.
También hay quienes frente a estos desarrollos plantean límites en el acceso a los datos digitales y el derecho a mantener la privacidad, incluso después del fallecimiento de la persona. Según Hossein Rahnama, un especialista en informática nacido en Canadá que investiga la interacción humano-computadora, una persona puede llegar a almacenar un billón de gigabytes de datos a lo largo de toda su vida.
Es decir, una base de datos muy amplia pero limitada. El griefbot, construido a partir del historial de conversaciones que una persona mantuvo en vida, utiliza experiencias pasadas para predecir respuestas futuras, que pueden no adaptarse a las nuevas condiciones del presente.
El griefbot es una versión conservadora de la persona que recrea. Frente a nuevas circunstancias, se manifiesta con fórmulas pasadas. Si aceptamos que “la naturaleza del hombre es estar todo el tiempo transformando su propia naturaleza”, como dice el filósofo italiano Roberto Espósito, la promesa de futuro de estas nuevas tecnologías, se revela como una proyección constante de lo que fuimos.
Mientras lo humano se reinventa, es contingente porque cambia en la medida que cambian sus circunstancias, los griefbots trabajan a partir de una versión pasada de uno mismo, un archivo cerrado e inmutable. Reciclan una base de datos y convierten el legado digital en una sentencia: la persona fallecida está condenada a “repetir” a través de un bot lo que dijo, publicó y escribió en el pasado.